sábado, 28 de noviembre de 2009

UNA HISTORIA PARA TI

LA HISTORIA DE PEPE

Pepe era el tipo de persona que te encantaría ser. Siempre estaba de buen humor y siempre tenía algo positivo que decir. Cuando alguien le preguntaba como le iba, el respondía: "Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo".

Era un gerente único porque tenía varias meseras que lo habían seguido de restaurante en restaurante. La razón por la que las meseras seguían a Pepe era por su actitud.

Él era un motivador natural: si un empleado tenía un mal día,Pepe estaba ahí para decirle al empleado como ver el lado positivo de la situación. Ver este estilo realmente me causó curiosidad, así que un día fui a buscar a Pepe y le pregunte:
No lo entiendo... no es posible ser una persona positiva todo el tiempo
¿Cómo lo haces?...
Pepe respondió:
"Cada mañana me despierto y me digo a mi mismo: Pepe, tienes dos opciones hoy: puedes escoger estar de buen humor o puedes escoger estar de mal humor." "Escojo estar de buen humor". "Cada vez que sucede algo malo, puedo escoger entre ser una víctima o aprender de ello. Escojo aprender de ello". "Cada vez que alguien viene a mí para quejarse, puedo aceptar su queja o puedo señalarle el lado positivo de la vida. Escojo señalarle el lado positivo de la vida".
Si, claro, pero no es tan fácil, protesté.
"Si lo es", dijo Pepe. "Todo en la vida es acerca de elecciones. Cuando quitas todo lo demás, cada situación es una elección". "Tu eliges cómo reaccionas ante cada situación, tu eliges cómo la gente afectará tu estado de ánimo, tu eliges estar de buen humor o mal humor".
"En resumen, TU ELIGES COMO VIVIR LA VIDA".
Reflexioné en lo que Pepe me dijo...
Poco tiempo después, deje la industria hotelera para iniciar mi propio negocio,Perdimos contacto, pero con frecuencia pensaba en Pepe, cuando tenía que hacer una elección en la vida en vez de reaccionar contra ella. Varios años más tarde, me enteré que Pepe hizo algo que nunca debe hacerse en un negocio de restaurante, dejó la puerta de atrás abierta y una mañana fue asaltado por tres ladrones armados.
Mientras trataba de abrir la caja fuerte, su mano, temblando por el nerviosismo, resbaló de la combinación. Los asaltantes sintieron pánico y le dispararon. Con mucha suerte, Pepe fue encontrado relativamente pronto y llevado de emergencia a una clínica. Después de ocho horas de cirugía y semanas de terapia intensiva,
Pepe fue dado de alta, aún con fragmentos de bala en su cuerpo.
Me encontré con Pepe seis meses después del accidente y cuando le pregunté como
estaba, me respondió:
"Si pudiera estar mejor, tendría un gemelo".
Le pregunté que pasó por su mente en el momento del asalto. Contestó:
"lo primero que vino a mi mente fue que debí haber cerrado con llave la puerta de atrás. Cuando estaba tirado en el piso, recordé que tenía dos opciones: podía elegir vivir o podía elegir morir. Elegí vivir".
"¿No sentiste miedo?" Le pregunté. Pepe continuó:
"Los médicos fueron geniales. No dejaban de decirme que iba a estar bien.Pero cuando me llevaron al quirófano y vi las expresiones en las caras de los médicos y enfermeras, realmente me asusté. Podía leer en sus ojos: "es hombre muerto." Supe entonces que debía tomar una decisión.
"¿Qué hiciste?" Pregunté.
"Bueno, uno de los médicos me preguntó si era alérgico a algo y respirando profundo grité: - "Si, a las balas" - Mientras reían, les dije: "estoy escogiendo vivir, opérenme como si estuviera vivo, no muerto".
Pepe vivió por la maestría de los médicos, pero sobre todo por su asombrosa actitud. Aprendió que cada día tenemos la elección de vivir plenamente, la ACTITUD, al final, lo es todo.

La felicidad es la tranquilidad interna de saber hacia donde dirigimos nuestras vidas. Radica en una actitud hacia el presente y no en una condición futura.
Se feliz.

sábado, 14 de noviembre de 2009

EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO

Hay una vieja historia de un joven que acudió a un sabio en busca de ayuda.
“ – Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto ¿cómo puedo mejorar? ¿que puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo: “cuanto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después...” Y, haciendo una pausa, agregó: “si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar”

- E...encantado, maestro – titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
- Bien – continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió -:toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.
Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.

-Maestro-dijo, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
-Eso que has dicho es muy importante, joven amigo – contestó sonriente el maestro-. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿quien mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.

-¿cincuenta y ocho monedas? –exclamó el joven.
-Si –replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente....
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate – dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.



“Déjame que te cuente”
Jorge Bucay

viernes, 6 de noviembre de 2009

QUEDA PROHIBIDO

¡QUEDA PROHIBIDO!

¿Qué es lo verdaderamente importante?
Busco en mi interior la respuesta,
y me es tan difícil de encontrar.

Falsas ideas invaden mi mente,
Acostumbrada a enmascarar lo que no entiende,
Aturdida en un mundo de irreales ilusiones,
Donde la vanidad, el miedo, la riqueza,
La violencia, el odio, la indiferencia,
Se convierten en adorados héroes,
¡no me extraña que exista tanta confusión
tanta lejanía de todo, tanta desilusión

Me preguntas cómo se puede ser feliz,
Cómo entre tanta mentira puede uno convivir,
Cada cual es quien se tiene que responder,
Aunque para mí, aquí, ahora y para siempre:

Queda prohibido llorar sin aprender,
Levantarme un día sin saber qué hacer,
Tener miedo a mis recuerdos,
sentirme sólo alguna vez.

Queda prohibido no sonreír a los problemas,
No luchar por lo que quiero,
Abandonarlo todo por tener miedo,
No convertir en realidad mis sueños.

Queda prohibido no demostrarte mi amor,
Hacer que pagues mis dudas y mi mal humor,
Inventarme cosas que nunca ocurrieron,
Recordarte sólo cuando no te tengo.

Queda prohibido dejar a mis amigos,
No intentar comprender lo que vivimos,
Llamarles sólo cuando los necesito,
No ver que también nosotros somos distintos.

Queda prohibido no ser yo ante la gente,
fingir ante las personas que no me importan,
hacerme el gracioso con tal de que me recuerden,
olvidar a todos aquellos que me quieren.

Queda prohibido no hacer las cosas por mi mismo,
no creer en mi dios y hallar mi destino,
tener miedo a la vida y a sus castigos,
no vivir cada día como si fuera un último suspiro

Queda prohibido echarte de menos sin alegrarme,
Odiar los momentos que me hicieron quererte,
todo porque nuestros caminos han dejado de abrazarse,
olvidar nuestro pasado y pagarlo con nuestro presente

Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen más que la mía,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha,
Sentir que con su falta el mundo se termina.


Queda prohibido no crear mi historia,
dejar de dar las gracias a mi familia por mi vida,
No tener un momento para la gente que me necesita,
No comprender que lo que la vida nos da también nos lo quita

Alfredo Cuervo Barrero.

domingo, 1 de noviembre de 2009

PAN DE BRUJA

La Srta. Martha Meacham se quedó con la pequeña panadería de la esquina (esa que cuando abres la puerta tintinea la campanilla). Cuarentona, y con una cuenta corriente pendiente de un crédito de dos mil dólares, tenía dos dientes falsos y un corazón compasivo.
Dos o tres veces por semana, acudía a su panadería un joven por el que tomó interés. Un hombre de mediana edad, con gafas y barba cuidada. De fuerte acento alemán, su ropa se notaba raída en puntos muy concretos, aunque era aseado y muy educado .Siempre compraba dos panecillos del día anterior. El del día costaba dos centavos la pieza pero por dos centavos conseguía 5 del día anterior. Jamás pedía otra cosa que pan rancio.
A menudo, cuando la señorita Martha se sentaba a tomar el té, se acordaba del joven, deseando compartir con él su comida; compartir algo más que pan del día anterior. Había llegado a la conclusión de que era un artista. Lo supo el día en que entró a pedir -como siempre- dos panecillos del día anterior y al recaer su vista sobre una de las baldas del fondo, le hizo un comentario sobre el cuadro con una estampa veneciana que había arrumbado en una de ellas. ¡Como le brillaban los ojos a través de las gafas! Tan a menudo el genio tiene que luchar tanto hasta que se le reconozca... pensaba.
Él seguía acudiendo, pero siempre a comprar pan del día anterior, jamás un bollo o un pastel del día; nada. Ninguna de las delicias que ella solía preparar.
En la trastienda, junto a la masa de hornear, Martha prepara un compuesto a base de bórax, membrillo y semillas; un potingue muy eficaz que aseguran da lustre al rostro. Y también ha cambiado su antiguo e insulso delantal marrón de sarga, por uno primoroso y azul, bordado a mano. ¡Algo tiene que hacer! No puede consentir que alguien con su talento -obviamente- jamás pruebe un panecillo o algo mejor que pan del día anterior. Pero sabe lo orgullosos que son los artistas, por eso piensa que le ofendería regalándole algo además de su compra habitual. No se siente capaz de hacerlo cara a cara. Pero ¿qué otra cosa puede hacer?

Al poco rato entra su cliente, como de costumbre a pedir el pan habitual. Martha ha salido de la trastienda con su delantal azul. Justo en ese momento un estruendo en la calle procedente de un coche de bomberos le hace a él volver la cabeza y acercarse hasta la puerta. El momento idóneo.
En el estante inferior detrás del mostrador Martha ha dejado una libra de mantequilla que trajo el lechero hace apenas diez minutos. Agarra el cuchillo y hace un corte a lo largo del panecillo, unta gran cantidad de mantequilla y vuelve a unir con fuerza las dos mitades para que no se note el corte. Para cuando él vuelve a mirarla, ella ya está envolviéndolo en papel. Iba apresurado, apenas pudieron cruzar unas palabras. Quizás en otra ocasión.
¿Se lo tomaría como una ofensa?, ¿pensaría que era una descarada? No, seguramente no, la mantequilla nunca ha sido demérito para una señorita.
Cuantas veces a lo largo del día siguiente dio vueltas ésa idea en su cabeza. Se sonrojaba sólo de pensarlo.
La campanita de la puerta sonó violentamente. Alguien entraba formando un escándalo. La señorita Martha acudió corriendo. Había dos hombres, uno era un joven fumando en pipa, un hombre al que jamás había visto, y el otro... su artista.
Su cara estaba roja de ira, el sombrero de medio lado y el pelo alborotado. De un golpe dejó las dos monedas bruscamente sobre el mostrador y miro fieramente a la señorita Martha.
.
-"_Dummkopf_!" - Soltó, y a continuación: "_Tausendonfer_!"- o algo parecido, y en verdad malsonante. -Me ha fastidiado pero bien, ¡estúpida metomentodo!- dijo con los ojos saliéndosele por encima de las gafas.

La señorita Martha retrocedió hacia las baldas de la pared sin saber qué decir, mientras se agarraba al delantal.
-Oh, vamos, ya basta - dijo el otro hombre sacándole de la tienda a trompicones -Tenía que haberle avisado, señora -dijo al regresar- Es delineante. Trabaja en mi misma oficina. Lleva trabajando tres meses en un proyecto diseñando un recinto para el Ayuntamiento. Se presentaba a concurso. Acabó de pasarlo a tinta ayer. Ya sabe... los delineantes primero lo hacen a lápiz... Y cuando había acabado, fue a borrar con la miga de pan rancio, es mejor que ninguna goma de borrar, ¿sabe? Sólo usted lo tiene rancio, por eso lo compra aquí. Pero la mantequilla... ya sabe, es buena para todo excepto para proyectos de arquitectura.
.

La señorita Martha regresó a la trastienda. Se quitó el delantal azul, se encasquetó definitivamente el viejo marrón y lanzó por la ventana su potingue embellecedor.


O. Henry